viernes, 24 de diciembre de 2010

Qué le pasa a los porteños

Y sigue aumentando la lista de autos que se para en medio de la calle para invitarnos a mi y a mis amigas a hacer algo. Mi mamá siempre me dijo que no hable con extraños. No lo cumplí, hablo con cualquiera. La otra vez con uno del delivery, todo nos contamos. Es que la buena onda falta y las palabras sobran.
A los del auto de ayer les sacamos una sonrisa. Justo estábamos con Mery sacando del baúl una lombriz gigante de peluche que se había olvidado en mi casa. Y en pleno Acassusso, no se si es que los muchachos se asustaron, se rieron o qué, pero se quedaron como 4 mogólicos mirando el peluche gigante mientras nos invitaban a hacer algo. No. Obviamente no nos sumamos a su plan, pero sí nos reimos del poder hipnótico de la lombriz.

Ahora bien, ellos eran cuatro, nosotras dos. ¿Realmente creían que me iba a subir a un auto ajeno, con cuatro babosos para tener alguna que otra chance de terminar en Junin o en Carapachay? Meditenlo hombres. Y con respecto a la lombriz que sacábamos del baúl a las 2 de la mañana...si ya sé, no suelo hacer cosas muy normales, pero gracias a eso lleno de anécdotas este blog.

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