miércoles, 2 de febrero de 2011

El ataque de la cuchara


Desarrollé una de mis mayores virtudes el día en que empecé a comer el ananá con cucharita. Me declaro culpable de mi paciencia. ¡Qué épocas! Me sobraba la creatividad y quería manifestarla. ¿Acaso era terapéutico? ¿O era algún tipo de ritual que celebraba para entregarme al dios de las cucharas? Asi pasé aquel diciembre, en una lucha agobiante, donde yo atacaba con mi cuchara y el ananá se vengaba colando cada tanto una de sus garras pinchudas en mi boca.
Se ve que esta fruta se quedó resentida y se la agarró con mi hermana. El año pasado quiso innovar, escaparse de los cánones de las típicas huertas de ciudad que suelen tener romero y albahaca y decidió plantar ananá (asumo que se le pasó de largo la importancia del clima tropical para que crezca). Claro, como imaginarán seguimos en la dulce espera. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde.

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