Nada de piropos, histeriqueo por msn o mensajitos de texto engolosinados. Ahora la onda es la conexión corporal entre autos mientras se está en la ruta.
Me fui un fin de semana a La Feliz con tres grandes amigas. Fue un viajecito potente y anecdótico.
Viaje de ida: (voy a usar nombres ficticios para no quemar a las protagonistas). Margarita, con su vista de lince y siempre atenta a los actores masculinos, divisó a lo lejos a un bombón en una camioneta. Instantáneamente, mediante señas, empezó a mostrarle al otro auto su número de teléfono ( Ahi estaba ella, a full con su índice, pulgar y anular...15-5-768-....) Pero, no funcionó. No es tan fácil retener en la memoria la imagen de los dedos.
Viaje de vuelta: Pasó la misma situación que a la ida, sólo que esta vez el número de bombones se cuadruplicó. Sin embargo, fue un fracaso más. Indignadas por la falla de nuestro método, decidimos recurrir a la lapicera y al papel. Escribimos el número del celular de Margarita en una hoja, en la otra un “Casados abstenerse” y volvimos al ataque.
Pasaron unos chicos con una camioneta que llevaba atrás varios cuatriciclos. Cómo no nos miraban, la astuta de mi amiga, hizo un bollito con su teléfono y lo lanzó. Ahí quedó nomás, enganchado en uno de los cuatri. Luego, vidrio abajo, y un gran grito : “Eeeeehhh te dejé mi teléfono en el cuatriciclo, llamame”. Una genialidad su brazo, su cálculo de la distancia y claramente su caradurez.
Lastimosamente, el viento nos jugó una mala pasada e hizo volar el papel.
Moraleja: En la cartera de la dama siempre debe haber cartón, durloc o un pedazo de yeso. Una nunca sabe cuando va a tener que tirar su teléfono desde la ventana del auto.
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