Eeeeehhhh blog, te extrañaba. Hace rato no tipeo en tu piel. Fue todo culpa del fin de semana. Es que finalmente el sábado fui valiente, llegué hasta las nubes. Si, volé en parapente. Construí un campamento en la habitación de mi prima con un colchón, y me di cuenta lo autosuficiente y hábil que soy con la construcción. Estuve componiendo un rap. Me enamoré, me desenamoré. Intenté entrevistar al director de la Escuela del chamuyo, y lei acerca de una procesión de zombies que van a caminar por las calles de Buenos Aires.
Hice reir a mi abuela de 84 y a mi sobrino de 4. Entendí que si en el auto aparece un cartel que dice “Nivel de líquido refrigerante bajo” ignorarlo no es la solución. Me contaron que en Nepal su rey es tan egocéntrico que los billetes tienen impreso su rostro. Me imaginé el futuro y posible billete de 200 pesos con la cara de Cristina. Tuve pesadillas.
Medité y concluí en que no me hago una cuenta de twitter porque 140 caracteres me asfixian. Me intenté autoconvencer de que la dieta la empezaba el lunes. Fracasé. Y mientras hablaba con el de la Escuela del chamuyo y me decía que no quería que lo entreviste, mi pelo mojado luchaba contra la gravedad. Después se infló.
Qué decir, fue un fin de semana como cualquier otro. Loco.
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