Que la basura se incinera y el aire parece una fiesta hardcore.
Que el agua está tan turbia que me la confundo con un Cuba Libre.
Que el petróleo viste de gala a todos los animales marinos.
¿Y quién piensa en las abejas? Las reinas de la polinización, las que te obligan a meter la cabeza cuando estas en la pileta, las que me hacen pensar por qué existe el helado de pistacho y no el de miel. El problema es que las abejas se están muriendo y eso hace que se destruya la cadena biológica que nos sostiene.
No voy a proponer construir veterinarias ni geriátricos para insectos. Simplemente contar que el calentamiento global, asesino y culpable de todos nuestro males, maremotos, tsunamis, ampollas del pie, sudor excesivo, robo de 100 pesos, ondulación del pelo, y mal sexo, también está matando a las abejas. Otra de las teorías dice que las antenas de los celulares hacen que las abejas se desorienten y no vuelvan al panal. (Algunos deberían dejar el vodka).
Lo dijo Albert Einstein, yo lo creo: “Si la abeja desapareciera de la superficie de la Tierra, entonces el hombre sólo tendría cuatro años de vida. Sin abejas, no hay polinización, ni plantas, ni animales, tampoco humanos”.