Un prólogo intenso. Una historia básica. Un final pedorro.
Así fue la historia que tuve con el protagonista de mis posts. ¿Se acuerdan de el? El sorete number one, el que tanto me inspiró, el que me hizo darme cuenta que los hombres son básicos, limitados, cargosos. Que los deseo, que los busco y que tienen la capacidad de convertirme en una minita enamoradiza si es que poseen ese nosequé que nos vuelve idiotas.
"El que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen". Y si, volvió, me buscó, lo acepté un día que necesitaba un abrazo asfixiante, un besito en el cuello y más. Él, esa mole de masa muscular que siempre creyó que yo estaba ahí para cuando quisiera. ¡Qué equivocado estabas, cara de Fritolin!
Lo vi. Me dio un beso, un poco asqueroso, sin fuego, sin amor. Éramos como dos cachetes que se dan electricidad, éramos dos cargas que se repelaban. Después de un encuentro que no tuvo nada especial para ser recordado, me acompañó a tomarme un taxi en la Av. Santa Fe. Le quise dar un beso, un piquito informal. Era mi manera de decirle adiós (para siempre). ¿Pero qué pasó? Me corrió la cara. Sos un puto.
PUTO!
ResponderEliminarJacinta, bien sabes que este servidor, inclusive si le rompieras toda su colección de The Killers, nunca te correría la cara jajaja ;)
ResponderEliminar